viernes, 19 de julio de 2013

LA ACREDITACIÓN DE LAS UNIVERSIDADES PERUANAS: ¡HE AHÍ EL PROBLEMA!


LA ACREDITACIÓN DE LAS UNIVERSIDADES PERUANAS: ¡HE AHÍ EL PROBLEMA!

En el Perú, la educación deja mucho que desear, o expresado de otra forma, está muy desprestigiada. Durante las últimas cuatro décadas, los maestros cayeron progresivamente cautivos de una autoridad gremial ideologizada e ignorante, mientras proliferaban "escuelas" e "institutos" cuya finalidad era el dinero fácil y la emisión de certificados sin valor académico.

Si la preparación en colegios era tan deficiente ¿qué se podría esperar de una formación superior, ya sea en carreras técnicas o universitarias? La pregunta amerita recordar dos leyes, la 23733 dada en 1983 por Belaúnde y la 26439 promulgada en 1995 por Fujimori; la primera otorgó a las universidades autonomía académica, económica y administrativa, la segunda facilitó la inversión privada en educación. El resultado ha sido desastroso. Un peruano honesto y conocedor de su país como ninguno ha dicho con meridiana claridad: "Nadie puede discutir que las universidades en el Perú están pasando por el peor de sus momentos; las públicas, desfinanciadas, corroídas por la corrupción y blindadas contra la supervisión, y las privadas, convertidas en supermercados de ilusiones, donde se termina estafando a padres y alumnos con el cuento del éxito a cualquier precio". Hoy tenemos unas 100 universidades, 60% privadas, muchas con sucursales en provincias. ¿Cómo aparecieron tantos profesores? Este país informal tiene que haber asistido al Prodigio de Canaán, por la necesaria multiplicación de maestros itinerantes, que resultan en meros informadores más nunca verdaderos educadores.

Tenemos, pues, un complejo problema que lleva dos décadas de existencia. De pronto, hace unas seis semanas, la Comisión de Educación de uno de los peores Congresos de nuestra historia republicana, pretende dar una nueva ley universitaria con la creación de una Superintendencia Nacional de Educación Universitaria.… ¡compuesta por solo 9 miembros para el centenar de universidades existentes! Entre lo ya aprobado por la comisión, manifiestan su respeto por la autonomía universitaria pero, como era de esperarse, las autoridades han visto en peligro su negocio y han hecho una vergonzosa causa común, mezclando respetables profesores con los bribones de nuestra alicaída enseñanza superior.

Es preciso recordar a los de la comisión de educación que se enfrentan a un Goliat sin tener siquiera la honda de marras. Deberían apuntar al deficiente sistema de acreditación y a la subsecuente ausencia de indicadores de solvencia profesional de los egresados. Sin embargo, la comisión no modifica la acreditación vigente desde Mayo del 2006, cuando se creó el SINEACE y el CONEAU por el gobierno de Toledo, sistema que obviamente ha fracasado, al aprobar todo lo que aparecía en nuestro informal horizonte educativo. Es que eso de la "autoevaluación" y la "solicitud voluntaria" para ser evaluados es para países como Alemania, donde no se hacen trampas a las leyes. La acreditación debe ser obligatoria para toda la enseñanza superior y técnica. Además, los acreditadores deben ser eminentes e independientes pedagogos, con profesión distinta a la escuela evaluada. Las universidades no pueden ser juez y parte.

Pero hay más. En su proyectado capítulo V, los "legisladores" creen que la organización académica supone la elaboración de tesis para todo, bachillerato, graduación y hasta para maestrías. Es sabido que muchas tesis son obtenidas fraudulentamente. Ya es hora de abrazar la cultura del examen, como se hace en países desarrollados. En los Estados Unidos, por ejemplo, se creó en 1915 el NBME (National Board of Medical Examiners o Directorio Nacional de Examinadores Médicos), con el fin de administrar exámenes de graduación y así otorgar licencias para practicar medicina. En la actualidad, el Directorio consta de 80 miembros, todos reconocidos líderes en medicina. En el Perú, los graduados solo tienen que conseguir su carnet del Colegio Médico para practicar medicina. El exceso de desaprobados en un verdadero examen de graduación constituiría un instrumento de desacreditación firme y veraz. Desde luego, imaginamos que las actuales autoridades universitarias del país se opondrán tenazmente a este concepto y dudamos que este Congreso siquiera haya pensado en ello. Solo nos queda la recién despertada y potencialmente poderosa opinión pública para imponer lo que es justo e impostergable.  

Un conocido educador publicó un reciente artículo titulado "universidades de calidad con autonomía". Sin embargo, la calidad tiene que ser establecida con indicadores de solvencia profesional y no con simples declaraciones. Dice el articulista que la nueva ley "debe asegurar un gobierno universitario que esté a cargo de autoridades que tengan capacidad académica, de gestión y ética", ilusorio objetivo muy difícil de convertirse en realidad, por los problemas arriba descritos. Finalmente, se pide fortalecer el sistema de acreditación de la calidad de las universidades públicas o privadas.

Si verdaderamente este gobierno quiere solucionar el problema, debe buscar mejores mensajeros para lograr lo que el pueblo exige. De lo contrario, seguiremos estancados mientras ilusos periodistas abogan por la "libre competencia" y el "ejercicio pleno de la democracia".

Miraflores, 19 Julio 2013.